lunes, 18 de octubre de 2010

LA AVARICIA

EL NIÑO MALO. VALOR DE LA AMISTAD

EL BICHO MÁS RARO DEL MUNDO

Valor Educativo:Orden y cuidado

En cierta ocasión, sucedió que varios investigadores estaban en la selva tratando de estudiar al bicho más raro del mundo. Nadie lo había visto y sólo se sabía de su exitencia por algunos restos y su sonido característico, parecido al ladrido de un perro con dolor de muelas "guuuuuuuuhhh....ay!", y todos querían ser los primeros en fotografiarlo y estudiarlo. El "bicho" era un animal nocturno, así que durante el día los científicos se entretenían con otros estudios o hablando unos con otros. De entre todos ellos, llamaba la atención Sir Walter Tickishmikicks: era un señor muy formal y agradable, con un pequeño bigotito y un gran sombrero de explorador, pero que todos los días, antes de merendar, dedicaba una hora sentado en su mesa a colocar todos sus objetos y aparatos con meticulosa precisión: el cuaderno de notas, justo al borde, en al lado derecho de la mesa, un poco más allá de la grabadora y junto a los 5 lápices: negro, rojo, azul, verde y amarillo, siempre en ese mismo orden; la lámpara hacia el final de la mesa, al lado de la cámara fotográfica, en la izquierda... y así todas las cosas, hasta el más pequeño de los detalles. Todos pensaban divertidos que aquel hombrecillo era el mejor ejemplo de la famosa obsesión de los ingleses por el orden.
Muchas noches estuvieron en aquella zona los investigadores antes de que apareciera el bicho, y algunos dudaban hasta de su existencia, hasta que finalmente apareció. Fue de repente, mientras todo estaba en silencio, cuando a sólo unos metros de los investigadores escucharon alto y claro su gruñido de perro con dolor de muelas. Duró un instante, porque el revuelo de los investigadores buscando sus cámaras y cuadernos asustó al animal, que huyó rápidamente sin dar tiempo a ser visto o estudiado con detalle.
A la mañana siguiente, todos comprobaron sus hallazgos: algunos habían conseguido grabar su gruñido, otros anotar su forma de moverse y los más afortunados incluso fotografiar una parte de la cola o las patas. Todos se felicitaban por sus logros, pero cuando vieron los trabajos de Sir Walter, no salían de su asombro: ¡él solo había conseguido varias fotos al completo, además de grabar su gruñido y hacer anotaciones a todo color sobre el animal! ¡ y todas eran perfectas!
Enseguida corrieron a felicitarle como el mejor de todos ellos, comprendiendo que su manía por el orden era la mejor foma de prepararse para trabajar a oscuras, y que gracias a eso había podido utilizar la grabadora, la cámara, el cuaderno y los lápices en décimas de segundo, sin necesidad de buscar dónde estaban. Por supuesto, los trabajos que hizo sobre el "bicho más raro del mundo" hicieron famosísimo a Sir Walter, quien además de crear una exitosa escuela para investigadores y científicos llamada OPI, "Orden Para Investigar", tuvo el honor de poder dar nombre al animal. Y como todo aquello fue tan divertido y le había gustado tanto, al recordar su característico gruñido, no dudó en llamarlo el animal "Másguay".

Autor.. Pedro Pablo Sacristan

LA GRAN CARRERA DE COCHES SALVAJES

VALOR EDUCATIVO: Bondad y Generosidad
En un lejano país existía una raza de pequeños coches salvajes que circulaban libremente por el campo. No necesitaban carreteras ni gasolina, pues para moverse les bastaban los buenos pensamientos y deseos, una original idea de su excéntrico inventor.
Aquellos coches se hicieron famosísimos, y las carreras de coches salvajes eran el pasatiempo favorito de todos. No había niño que no soñara con pilotar uno, pues su poco peso y su sinceridad les convertía en pilotos ideales. Y como encontrar niños ligeros y de buen corazón que supieran mantener buenos sentimientos durante toda una carrera era difícil, frecuentemente se celebraban pruebas para descubrir nuevos talentos, en las que cada chico tenía una única oportunidad de demostrar su habilidad con los coches salvajes.
Así, la caravana de pruebas llegó a la pequeña ciudad en que vivía Nico, un niño bueno y alegre que, como muchos otros, no durmió esa noche mientras hacía cola esperando su turno para pilotar uno de aquellos coches. Durante la espera, muchos niños ensayaban y practicaban sus buenos deseos y pensamientos pero en cuanto se abrieron las puertas, una gran carrera de codazos y empujones descubrió que no todos eran tan buenos como parecían. Sin embargo, los organizadores ya lo debían tener previsto, y tras unas pocas pruebas tan sencillas como dar las gracias por una chocolatina, ayudar a preparar el material de las carreras o atender respetuosamente a una viejecita un poco pesada, sólo quedó un grupito de niños verdaderamente bondadosos, entre los que se encontraba Nico.
Así, los niños fueron subiendo a los coches por turnos para dar unas vueltas al circuito. A Nico le tocó el último turno, pero no le importó mucho, pues disfrutó de lo lindo viendo de cerca cómo aceleraban los coches salvajes. Cuando le llegó el momento, el corazón le latía a mil por hora. Con la emoción, apenas podía correr, y fue el último en subir a su coche. Tan contento estaba, que tardó un poco en darse cuenta de que aún quedaba un último niño por subir; uno que caminaba usando muletas y no había podido llegar antes. Y a su lado, escuchó cómo el jefe de las pruebas decía:
- Lo siento muchísimo, chico, ya no quedan coches y ésta es la última prueba de hoy. Los coches tienen que descansar ya. Venga, ya tendrás tu oportunidad otro día...
Al recordar el brillo emocionado que despedían un rato antes los ojos de aquel niño, y ver ahora su profunda tristeza, Nico respiró hondo, bajó del automóvil y dijo:
- No pasa nada. Yo le dejo mi coche.
El motor del coche salvaje rugió como nunca, mientras el niño accidentado subía lleno de alegría. Nico se quedó satisfecho por lo que había hecho, aunque un pelín desilusionado. Pero antes de arrancar, el otro niño descubrió en Nico ese puntito de tristeza y, agradecido, le tendió la mano diciendo.
- Sube. Iremos los dos juntos, aunque vayamos un poco más despacio.
Nico subió de un salto. Los niños se abrazaron alegres, pero apenas pudieron hacer nada más. ¡Su coche tronó como un cohete, y salió a la velocidad del rayo!
Aquella carrera rompió todos los récords conocidos y, durante esa misma temporada, Nico y su amigo arrasaron en cuantas competiciones participaron, convirtiéndose en ídolos de grandes y pequeños, y paseando felices su amistad y sus buenos sentimientos por todos los rincones del mundo.
Autor.. Pedro Pablo Sacristan

viernes, 15 de octubre de 2010

TINTERO Y PLUMA

 Valor Educativo: Colaboración y actitud positiva
En una pequeña ciudad hubo una vez un cuento vacío. Tenía un aspecto excelente, y una decoración impresionante, pero todas sus hojas estaban en blanco. Niños y mayores lo miraban con ilusión, pero al descubrir que no guardaba historia alguna, lo abandonaban en cualquier lugar.
No muy lejos de allí, un precioso tintero seguía lleno de tinta desde que hacía ya años su dueño lo dejara olvidado en una esquina. Tintero y cuento lamentaban su mala suerte, y en eso gastaban sus días.
Quiso el azar que una de las veces que el cuento fue abandonado, acabara junto al tintero. Ambos compartieron sus desgracias durante días y días, y así hubieran seguido años, de no haber caido a su lado una elegante pluma de cisne, que en un descuido se había soltado en pleno vuelo. Aquella era la primera vez que la pluma se sentía sola y abandonada, y lloró profundamente, acompañada por el cuento y el tintero, que se sumaron a sus quejas con la facilidad de quien llevaba años lamentándose día tras día.
Pero al contrario que sus compañeros, la pluma se cansó enseguida de llorar, y quiso cambiar la situación. Al dejar sus quejas y secarse las lágrimas, vio claramente cómo los tres podían hacer juntos mucho más que sufrir juntos, y convenció a sus amigos para escribir una historia. El cuento puso sus mejores hojas, la tinta no se derramó ni un poco, y la pluma puso montones de ingenio y caligrafía para conseguir una preciosa historia de tres amigos que se ayudaban para mejorar sus vidas.
Un joven maestro que pasaba por allí triste y cabizbajo, pensando cómo conseguir la atención de sus alumnos, descubrió el cuento y sus amigos. Al leerlo, quedó encantado con aquella historia, y recogiendo a los tres artistas, siguió su camino a la escuela. Allí contó la historia a sus alumnos, y todos se mostraron atentos y encantados.
Desde entonces, cada noche, pluma, tintero y cuento se unían para escribir una nueva historia para el joven profesor, y se sentían orgullosos y alegres de haber sabido cambiar su suerte gracias a su esfuerzo y colaboración.

Autor.. Pedro Pablo Sacristan